Hola a todos. Hoy os traemos una serie de recomendaciones que nos servirán para estimular el lenguaje oral desde casa, potenciando la intención comunicativa de nuestros alumnos y alumnas al tiempo que servimos como modelo de lenguaje.
PAUTAS PARA ESTIMULAR EL
LENGUAJE EN CASA
Adaptar nuestro lenguaje al niño
es muy importante en el desarrollo lingüístico. Así mismo, también comprobamos
que es muy importante potenciar y favorecer los intercambios comunicativos con
él.
Hablemos ahora de las distintas
técnicas que favorecen que el niño aprenda a hablar mejor.
Cuando nos disponemos a corregir
los errores de pronunciación, debemos hacerlo con tacto. No gritaremos ni nos
exaltaremos. De este modo, no provocaremos en el niño sentimientos de vergüenza
o impotencia ante su modo de hablar.
Es bueno incitarlo a querer
hablar, que se esfuerce por hacerlo de forma correcta. Por eso, cuando dice una
palabra por primera vez y la pronuncia mal, lo mejor no es responder en el acto
"¡no se dice así!"; en su lugar, lo adecuado es sonreír como muestra
de aprobación ante lo que nos ha dicho, para luego repetir la palabra de la
forma adecuada.
En muchas ocasiones las amistades
y parientes bien intencionados consideran graciosas las expresiones incorrectas
del niño (mejor eso que no malas o erróneas). Pero se logra el mayor bien para
la adquisición del habla si se aprueba cuando el niño habla correctamente.
Esto no quiere decir que debamos
exigirle al niño que hable como un adulto desde su primera palabra ya que,
obviamente, habla, piensa y razona como el niño que es. Lo que buscamos es que
vaya mejorando su expresión a medida que crece, acorde al grado en que sus
padres le proporcionan las condiciones y oportunidades adecuadas para hacerlo.
No debemos olvidar que al
principio el habla del niño es una imitación imperfecta del habla del adulto;
la clave para conseguir que cada vez se parezca más son la paciencia y el buen
ejemplo que los padres, y su entorno, le pueden dar.
Para lograr paulatinamente este
correcto desarrollo del habla, sin que llegue a frustrarse o sentir vergüenza
por su forma de hablar, existen una serie de técnicas que todos los padres
hemos hecho alguna vez con nuestros hijos, pero que no viene mal repasarlas.
- Expansión: el adulto devuelve el enunciado del niño mejorando y
ampliando su estructura (por ejemplo, si nos dice "vaso niño". El
adulto puede responder "Sí, este vaso es del niño").
- Extensión: se añade información incorporando contenidos relacionados
(por ejemplo, si nos dice "vaso niño", el adulto contesta "es
grande").
- Incorporación: se va incorporando un enunciado infantil básico a
otro más complejo (por ejemplo: estamos contando un cuento de Caperucita Roja,
y al decirle el color nos dice "fresa"; nosotros podemos añadirlo a
la historia diciendo algo parecido a: "Caperucita tenía una capa roja como
una fresa, y por eso la llamaban Caperucita Roja").
- Corrección indirecta: este aspecto es muy importante, ya que
respondemos a una emisión del niño con un comentario natural que corrige su
enunciado (por ejemplo: el niño nos dice "uego a peota" y nosotros
comentamos en voz alta "¡que bien juegas a la pelota!"). Lo que hacemos
aqui es corregir lo que él dice, pero sin ser tan directos como cuando se dice
"No se dice así" o "míra como lo hago yo para hacerlo tú
igual". Con esta corrección tan directa, podemos generar los sentimientos
negativos de los que hablábamos antes, tales como vergüenza o rechazo a hablar
(para qué voy a hablar si lo hago mal).
- Peticiones de clarificación: el adulto intenta que el niño revise
su producción y se esfuerce en aclararla (por ejemplo, el niño nos dice que
"va a cata (casa)", y como no sabemos a qué se refiere exactamente,
le preguntamos "¿vas a cantar?").
- Usar preguntas de respuesta abierta: usamos elementos que nos
faciliten la continuidad de la conversación mientras que demuestren el interés
que tenemos por lo que nos está contando ("¿qué pasa ahora?",
"¿y ahora...?"), den opciones al niño a que decida ("¿quieres
helado o manzana?"), amplíen la mente del niño ("¿qué está
pasando?", ¿cómo funciona esto?") o estimulen la curiosidad
("¿qué?", "¿quién?", "¿dónde?"...).
- Modelado: nosotros ejercemos un papel de modelo con el objetivo de
que el niño imite dicho modelo para instaurar una determinada conducta verbal o
corregir un error anterior. Normalmente se realiza en una situación de interés
para el niño (por ejemplo: estamos jugando a esconder objetos. Una vez escondidos
se llama en voz alta los objetos mientras se buscan de modo que el niño nos
imite).
- Moldeamiento: el niño llega por aproximaciones sucesivas a expresar
una palabra o enunciado. El adulto refuerza sistemáticamente cualquier
aproximación del niño a la conducta esperada (por ejemplo: estamos jugando a
hacer pompas y el niño quiere más, pero no lo expresa hablando. De pronto, el
niño dice "ma" (u otro sonido). En ese momento, el adulto refuerza
soplando para hacer pompas al tiempo que dice "¡muy bien!", "¡más
pompas!").
Todas estas técnicas se usan
diariamente sin nosotros darnos cuenta. No hace falta programar cuándo usar una
u otra; al dejarnos llevar por la situación saldrán ellas solas.
Usándolas de un modo adecuado,
lograremos favorecer el desarrollo del lenguaje.